5, 4, 3, 2, 1... Una cuenta atrás que repetida en más de 500 ocasiones representaba el inicio de un duro camino. Kilómetros de desierto esperando a cada participante, para descubrirle de manera repentina peligros que sólo los más preparados y los más prudentes han podido superar. Una prueba en la que el sólo hecho de participar ya implica un alto grado de afán de superación, y una necesidad personal de hallar los propios límites.
Fueron muchos los que acabaron exhaustos, pero portando una media sonrisa que simbolizaba el orgullo por haber terminado tan duro recorrido.
La otra cara se encuentra en aquellos que vieron como sus sueños acababan en la sala de radiología de un hospital. Un triste final después de tantas ilusiones depositadas en un reto, que sin embargo aporta experiencia para poder superarlo la próxima vez.
Resulta curiosa la admiración que despiertan este tipo de personas para quienes les vemos “desde fuera”, y sin embargo, basta con pararse a pensar un poquito, para darse cuenta que igual que ellos, nosotros también competimos.