jueves, 16 de agosto de 2007

Adrenalina

Arrancas. No sabes muy bien hacia dónde, pero te pones en marcha. Primera, segunda, tercera... así hasta meter la "directa" y empiezas a devorar kilómetros.
Todo está bien. En calma.
Llega el desvío, lo tomas y comienzas a descubrir un nuevo camino. Sabes que la teoría es la misma que en las rutas habituales, pero hay algo que poco a poco te empuja a ir más rápido. Aceleras, vas trazando bien, coges confianza y sigues acelerando. Curva cerrada, frenas y... mierda! Era más cerrada... de segunda, y has entrado más lanzado de lo debido... La salvas y te relajas. Pero "eso" sigue ahí, y sigue obligándote a ir más rápido. Cada vez más...
Ya no hay marcha atrás. La adrenalina se ha disparado hasta tal punto que sólo puedes disfrutar. Cada kilómetro que recorres va ampliando tu sonrisa y dejando tras de sí experiencia, recuerdos, sonrisas... No puedes parar, y te das cuenta de lo rápido que vas cada vez que cambia el paisaje. Pero así está bien. ES LO QUE QUIERES HACER, Y LO HACES.
Y llega otro de los grandes momentos. En la cima del puerto paras y te maravillas con el paisaje. Llegar hasta ahí ha merecido la pena, y hacerlo de otra manera sabes que no habría sido lo mismo. Estás en lo más alto de la montaña, de tus sensaciones, de ti mismo, y mirando atrás una media sonrisa se dibuja en tu cara mostrando el orgullo por lo que acabas de recorrer. Sabes que el riesgo estaba medido y sólo lo has acariciado con la punta de los dedos porque quieres seguir haciéndolo durante mucho tiempo.
Te bebes el paisaje entero. Como si de una foto se tratara. Sabes que el tiempo podrá distorsionarla, pero la esencia permanecerá dentro para toda la vida.
Miras hacia delante. La carretera continúa y regresar por el mismo camino nunca es una opción. Coges aire, entras de nuevo en el coche y
Arrancas...