jueves, 12 de julio de 2007

Viaje a Nunca Jamás

Tan sólo falta una hora para que ponga rumbo a Zaragoza. Una escapada sin importancia que culminará en un par de días con una vuelta en la que probablemente se me confunda con domingueros, currantes, etc...
Y curiosamente este viaje, el primero con el Chapulín, vuelve a abrirme los ojos y recordarme viejas normas para mi vitales.
Las distancias no existen. Da igual donde te encuetres. En una fiesta rodeado de gente puedes llegar a sentinte tan sólo que el alma se te encoje y las lágrimas luchan por escapar de tus ojos. Y sin embargo, en medio del desierto, basta con que pienses en alguien para saber que está ahí contigo, haciéndote sonreir por su recuerdo, y avivando las ganas de volver a verle.
El mañana no existe. Es bueno tener planes de futuro, inquietudes puestas en un mañana repleto de cambios. Sin embargo, nada puede asegurarnos que lleguemos a él. En un segundo puedes pasar de estar cantando la canción de moda con tus amigos, a engrosar las estadísticas de la DGT. Puede resultar exagerado, pero cada fin de semana son muchos los que no recibirán más besos de quienes vieron partir un par de días antes. Prudencia, sí. Realismo, también.
No te arrepientas de lo que haces. En todo caso, hazlo por las cosas que dejaste de hacer. Es inevitable estar decidiendo constantemente, y precisamente por eso, es inevitable equivocarse. Aprende de los errores pasados para no cometerlos en el futuro. Cada una de las opciones que tomamos en la vida no enseña algo. Que acertamos. Que erramos. Que debemos volver a intentarlo. Que debemos desistir...
Quiérete a ti mismo. Es indispensable para poder amar a los demás. No dejes de decir te quiero ni una sola vez. Si esa u otra palabra se acercan a tus labios porque por un instante se pasó por tu cabeza, no lo dudes: dilo. Abraza a quienes aprecias, besa a quienes lo merezcan, acaricia a quien lo necesite, y demuestra en todo momento que eres corazón por encima de las apariencias.

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